Glitchwalker (Spanish)

Chapter 6: Capitulo 6: El mundo no me esperaba… pero aquí estoy



El sonido del cable tenso y oxidado del teleférico era como el lamento de un mundo viejo que todavía se aferraba a funcionar. Rick se sostuvo con ambas manos de la barandilla, dejando que el aire helado que bajaba de las alturas le despeinara el cabello. El sol aún no terminaba de subir por completo, pero ya iluminaba los techos torcidos y las torres de vigilancia con una tibieza engañosa.

Bajo sus pies, el abismo se abría lento y lleno de vida muerta. Bosques deformados por el tiempo, edificios cubiertos de vegetación espesa y niebla colándose como un recuerdo olvidado.

"Bueno… ahora sí empezó el juego de verdad " dijo en voz baja.

No tenía cinemática de salida, ni banda sonora heroica, pero algo en el corazón le latía como si sí. Como si hubiera pasado un checkpoint invisible.

Hasta ese momento, Rick no había salido del Arca. Lo más lejos que había llegado era el campo de tiro y los pasillos de metal donde los stalkers se empujaban unos a otros para conseguir la última porción de papeo. Pero ahora… ahora se dirigía a la Zona.

Y por decisión propia.

"Un paso mal y me como una emboscada de ghouls…" murmuró, pero sonrió igual. "Bien, Rick. No es Mass Effect, ni un Isekai de princesas. Es esto. Óxido, árboles radioactivos y mapas mal dibujados."

Tenía su mapa. Uno hecho a mano con un pedazo de papel rescatado de la basura, donde había esbozado a lápiz lo que recordaba del juego. El lugar que iba a visitar no estaba marcado oficialmente, pero Rick juraría que en una de sus partidas encontró un edificio ahí, una especie de caseta abandonada con un terminal eléctrico inactivo.

Una de esas cosas que el juego dejaba para los que se desviaban del camino principal.

Y él era experto en desviarse.

Si el sol me acompaña, la batería solar debería dar para un arranque, pensó mientras revisaba el pequeño panel plegable que llevaba envuelto en una manta sujeta a la espalda. Si no, pues… al menos tengo ladrillos para intentar prenderlo a golpes, jeje

Sonrió con más convicción.

A un costado de la plataforma inferior del teleférico, un cartel torcido saludaba a los que bajaban. Decía: Bienvenido a la Zona. Camina rápido. Respira lento. Mata primero.

Rick lo miró y levantó una ceja.

"Inspirador. ¿También lo usaban como lema turístico?"

Puso un pie fuera del cubículo y sintió por primera vez el crujido de hojas muertas bajo sus botas prestadas. Su mochila básica pesaba apenas lo justo: una linterna, una cantimplora con agua purificada (es decir, más barro que agua), su pistola oxidada con balas contadas… y un ladrillo.

Miró la mano. El ladrillo regenerado estaba ahí, como si hubiera nacido con él.

"Te voy a dar nombre. "Granito Chan". No me falles."

El bosque lo tragó al instante. No había caminos. Solo claros interrumpidos por raíces, hongos del tamaño de sandías y estructuras derrumbadas que el tiempo había convertido en parte del paisaje.

Pero Rick caminó sin dudar.

La emoción superaba al miedo. El saber que ese mundo era un mapa que conocía, pero que ahora tenía que recorrer con sus propias piernas, lo mantenía alerta. Cada sombra parecía contener un enemigo. Cada sonido, un posible logro oculto.

Después de media hora de caminar en línea casi recta, se detuvo frente a una verja caída. Detrás, lo que parecía una vieja estación de servicio.

La misma que había visto en una de sus runs.

"Ahí estás. La niña bonita del apocalipsis."

La caseta seguía igual que en el juego: dos bombas de combustible inutilizadas, una puerta desvencijada, un letrero roto que decía "VÄLKOMMEN", y lo más importante: una terminal polvorienta pegada a la pared del fondo.

Rick entró con cautela, pisando el suelo cubierto de vidrios rotos y cenizas. Se acercó al computador y sacó la batería solar. La colocó con cuidado, respirando hondo, como si enchufar eso fuera cirugía cerebral.

"Vamos, vamos…" susurró. "Luz del sol, dame tu bendición."

El panel vibró. Una luz roja se encendió. Luego verde.

Y por un segundo… la pantalla se iluminó.

Solo por un segundo.

Pero fue suficiente para que Rick soltara una carcajada nerviosa.

"¡Sí! ¡Sí, carajo! ¡Esto es un sidequest legítimo! ¡Estoy desbloqueando secretos! ¡La guía oficial ni lo cubría!"

El terminal se apagó de nuevo. No era suficiente energía.

Pero ya había pasado. Un breve instante de conexión. De validación.

Se sentó en el suelo, exhausto, y con la frente sudada.

"Vamos bien, Rick. Vas solo. Pero no estás perdido."

Miró a su alrededor. No había enemigos. Solo el silencio de las cosas que duermen.

Pero algo, dentro de él, sabía que cada paso que daba lo acercaba más al caos.

Y por primera vez desde que cayó en ese mundo, no sintió que quería escapar. Quería entenderlo. Mejorarlo. Tal vez… hasta salvarlo.

Porque incluso si no había elegido ese lugar, era el lugar que ahora tenía.

Una vez terminado de marcar la posicion de este lugar en su cutre mapa, se ajusto la mochila en la espalda, aseguro el estuche del panel solar no sin antes consagrarles unas cortas bendiciones de fiabilidad, el espiritu maquina del generador portatil solar no le habia fallado.

Salio de la cabaña atrancando la puerta y al salir de la zona, escucho unos disparos a lo lejos, su instinto de carroñero le indico un evento mundial potencial, asi que sin pensarselo mucho decidio echar un vistazo.

Troto hacia la direccion del estruendo que llegó seco y rotundo desde la colina baja al este, como una bofetada dada con la culata de un fusil. Rick alzó la vista con un reflejo aprendido más por el instinto de jugador que por valentía real. 

Con los hombros tensos y los dedos cerca del ladrillo se preparo para cualquier cosa. No es que pensara usarlo contra un arma de fuego, claro. Pero el tacto del objeto le daba seguridad, como si llevara la navaja vieja de su abuelo en el bolsillo. Un símbolo de resistencia. De tener aunque sea una opción.

Mientras se acercaba, bordeando los árboles anchos y deformes de la Zona, los sonidos se hicieron más nítidos: el zumbido eléctrico de un núcleo activado, el chasquido agudo de una batería sobrecargada, los disparos cortos y repetitivos de un arma automática. Y el chillido áspero de algo que, con bastante certeza, no era humano.

¿Qué clase de matinal tengo hoy? ¿Una escaramuza? ¿Un mini evento de mundo?

Rió por dentro, sin humor. Qué elegancia la de esta distopía: puro fuego cruzado para animar la mañana. Aun así, se acercó más. La curiosidad y la idiotez compartían el volante en su cabeza.

Y ahí estaba.

En medio de una carretera partida por raíces gigantes y escombros, un ghoul de piel blanquecina y ojos sin vida disparaba desde detrás de un muro caído, mascullando insultos guturales mientras recargaba. En el extremo opuesto, casi ceremonial en su postura, un robot patrulla avanzaba con lentitud precisa, como si supiera que ese duelo ya tenía resultado. El emblema corroído en su hombro mostraba restos de la vieja policía de la zona, ahora sin alma ni ética, solo código.

Rick se agachó detrás de un poste metálico carcomido. Desde ahí, lo vio todo con claridad.

Dios, esto parece un duelo de bandas en el sur de Guayaquil. Solo que sin la música a todo volumen y con un robot homicida en vez del dealer con pistola cromada.

El robot disparó. El ghoul gritó. Otro disparo. Chispas. Con cada ráfaga, Rick sentía que el mundo mismo temblaba un poco. Su cuerpo reaccionaba distinto. No como en los juegos. No había adrenalina épica. Era ansiedad pura. El peso en el pecho. El nudo en el estómago. La necesidad de tragar saliva aunque no tuviera nada en la boca.

Y luego, una bala rebotó en el concreto, desviada por quién sabe qué esquina maldita del universo... y le rozó la mejilla.

El calor fue inmediato. Ni siquiera lo sintió como dolor, sino como una línea de fuego húmedo que lo arrancó de su trance. El miedo le entró en los huesos como un resorte oxidado.

Cayó al suelo de golpe, no por dramatismo, sino por necesidad animal. Respiraba entrecortado. Miraba a todos lados como si el cielo le fuera a lanzar otra bala solo por deporte.

¡¿Qué mierda estoy haciendo aquí?!

Se tocó la cara con dedos temblorosos. Sangre. Nada grave. Un rasguño. Pero era suyo. Y eso bastaba.

No fue una cutscene. No fue una bala perdida de otro jugador en pvp. Fue real. Esta cosa... me pudo matar.

Se arrastró hacia atrás, sintiendo el sabor metálico del miedo en la lengua. Volvió a su escondite con el corazón galopando como si tuviera un tambor en el pecho. No miró de nuevo al tiroteo. No esta vez.

Se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra un trozo de muro que olía a moho y cenizas. Las manos aún le temblaban. Miró al cielo de ese mundo podrido, al gris que no se decidía entre llover o incendiarse.

Bienvenido a la realidad, Rick. Aquí las balas no tienen autoapuntado. Y el lag te mata.

Por segunda vez desde que entró a este mundo, se sintió... débil.

No por falta de habilidades, ni por miedo en sí. Sino porque la ilusión de control, esa que siempre sintió con el mouse y el teclado entre los dedos, había desaparecido.

Ahora solo le quedaban un corte en la mejilla, un ladrillo en la mano... y la conciencia clara de que este juego no podía reiniciarse.

Rick se quedó un momento de pie, respirando con el pecho aún agitado, viendo el cuerpo desplomado del ghoul a lo lejos. Aún sostenía el ladrillo como si fuera una pistola de alta precisión, el HUD todavía visible, marcando una curva azul que desaparecía poco a poco en el aire. Había acertado de lleno en la cabeza. El segundo. El segundo que caía por su mano en este mundo.

No estoy hecho para esto... ¿cierto? pensó, pero la pregunta no tenía respuesta. Solo el silencio alrededor. Se tocó la mejilla. La herida era leve, pero había sangrado más de lo esperado. Con algo de torpeza buscó en sus bolsillos y, casi como un chiste cósmico, encontró una curita arrugada y olvidada, probablemente de un botiquín viejo o tal vez de un primer auxilio que había saqueado sin pensarlo.

La colocó con cuidado. El toque cálido y pegajoso del adhesivo le devolvió una fugaz sensación de humanidad. Como si un gesto tan simple pudiera mantenerlo atado a lo que alguna vez fue.

Se asomó desde detrás del tronco que usó como cobertura y vio el desenlace: el ghoul —el maldito mutante sucio y chillón que había derribado a un robot con la furia de un chacal— estaba celebrando. Movía los brazos, reía con una especie de graznido enfermizo, y se agachaba para saquear los restos del autómata recién vencido. El humo aún salía del pecho del robot y pequeñas chispas eléctricas saltaban al aire como luciérnagas mecánicas.

Rick suspiró, no por lástima, sino por la incomodidad moral de lo que venía. Perdón, compadre. Bueno… no tanto. Apuntó de nuevo. El HUD respondió con precisión milimétrica, dibujando la parábola en azul vibrante. Cargó estamina. El indicador bajó un tercio. El ladrillo salió como una bala de honda divina y esta vez, sin necesidad de suerte, impactó directo en el cráneo del mutante.

El cuerpo del ghoul cayó de lado, sin sonido dramático, solo un golpe sordo contra el barro. Rick bajó el brazo con lentitud, el HUD desvaneciéndose frente a sus ojos.

Se acercó con precaución, no fuera a ser que el tipo fingiera. Claro tenia el craneo hundido, pero si algo tenia la zona eran poderes mutantes locos, asi que mejor pecar de precavido. Por suerte este Ghoul no era de los afortunados mutantes y estaba bien muerto.

Con la misma mezcla de repulsión y obligación que antes, Rick empezó a revisar el cuerpo. Nada de valor, solo una chapa de metal oxidado colgando del cuello y un trapo manchado que probablemente usaba como amuleto. Pero en el robot había más cosas. Los ghouls rara vez sabían tasar tecnología, y eso jugaba a su favor. Encontró una celda de energía todavía chispeando, una tarjeta electrónica y algo que parecía un conector de datos blindado. No entendía su uso todavía, pero no era basura. Hammon sabría.

Y entonces, cuando se enderezó y fue a recuperar su fiel ladrillo, pasó.

La voz.

No fue como la vez anterior, un sobresalto. Esta vez fue una infiltración suave, como si alguien le soplara una línea al oído desde el reverso del mundo.

"De a poco... te acostumbras. Y luego empieza a gustarte. El poder. La sangre. El silencio que queda."

Rick se congeló. La frase resonó dentro de su cabeza como un eco atrapado en una sala cerrada. No era simplemente un pensamiento oscuro o una alucinación. Era una voz. La suya, retorcida, como si la escuchara desde una radio vieja con la estática bailando entre sílabas.

Se quedó quieto unos segundos, el ladrillo aún en el suelo frente a él. Cerró los ojos.

Así que ya empezaste a hablarme de nuevo, ¿eh?

Se agachó lentamente, recogió el ladrillo y se incorporó, mirando a su alrededor con el rostro en calma, pero los músculos en tensión.

"¿Y eso es lo mejor que tienes?" murmuró, sin disimular su desprecio. "Qué decepción. Esperaba algo más elegante, más siniestro. Esto suena a cliché de juego indie con malas reseñas."

No hubo respuesta inmediata. Solo una leve presión detrás de sus ojos, como si algo quisiera seguir hablando, pero lo observara primero.

"No sé si eres un bug, una sombra, un efecto secundario del don... o yo mismo rompiéndome la cabeza. Pero si piensas que vas a meterme en una espiral psicópata solo porque lancé un ladrillo, vas frito. Eso es nivel uno de manipulación mental. Yo vi foros más perturbadores que tú a los trece años."

El viento sopló suavemente, llevando el olor a metal quemado y tierra húmeda. El HUD reapareció un segundo, informando que su estamina se había regenerado parcialmente. Como si lo premiara por mantener la cordura.

Rick suspiró, pero esta vez con una mezcla de alivio y resignación.

Ahora sí, oficialmente...La parte 2 en oir voces que me hacen perder la cabeza. Y esta vez es personal...

Guardó sus hallazgos en la mochila, ajustó el peso sobre los hombros, y se echó a andar por el camino que lo había traído. El mundo de la Zona seguía ahí afuera, peligroso, podrido, pero lleno de oportunidades.

Y ahora, también lleno de susurros.

Pero aún tenía su ladrillo.

Y eso, por el momento, bastaba.

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