Resident evil: Susurros Bajo la Carne

Chapter 12: Capítulo 12: Acceso al laboratorio



Capítulo 12: Acceso al laboratorio

*Acceso al Laboratorio*

Richard llega agitado. Sudoroso. Instala el escáner portátil en la consola.

VALIDACIÓN EXITOSA. INICIANDO DESBLOQUEO…

Pero la puerta no se abre. Solo un ícono de progreso en pantalla, lento.

Demasiado lento.

El pasillo detrás de él tiembla.

Pasos que suenan como placas metálicas chocando contra el concreto. Un gruñido profundo que vibra en su pecho.

Richard retrocede un paso. Eleva la escopeta.

—Vamos, vamos… ¡vamos!

PUERTA DESBLOQUEADA.

El seguro estalla. La compuerta se abre con un chirrido hidráulico, liberando un soplo de aire helado.

Richard entra. Golpea el botón de cierre.

¡BANG!

Un impacto sacude la puerta justo cuando se está sellando.

Desde el otro lado, una sombra gigantesca cae sobre el visor de seguridad.

Un segundo golpe.

Más fuerte.

La estructura vibra.

Richard mira la cerradura. Por ahora, resiste.

Pero no por mucho.

*Interior del Laboratorio Médico*

El laboratorio es una ruina congelada.

Tubos reventados. Vitrinas astilladas. Documentos calcinados dispersos sobre el suelo, todos cubiertos por una delgada escarcha que cruje bajo las botas de Richard.

Una camilla yace en el centro.

Encima, un cadáver ennegrecido. Torso abierto… no por un bisturí, sino por algo que explotó desde adentro.

Richard apenas lo mira. Avanza directamente hacia una consola secundaria, donde una pantalla titila débilmente:

REVISIÓN DE MUESTRAS – CICLO DE DESINFECCIÓN EN PROCESO

En el centro de una cámara sellada, resguardado por vidrio reforzado, el Suero D descansa dentro de un contenedor metálico. A su lado, una jeringa criogénica especial.

El líquido azul pulsa con vida propia, bioluminiscente. Lento. Constante. Como si respirara.

Richard pulsa el botón de apertura.

Nada.

La pantalla responde:

ACCESO BLOQUEADO – ACTIVAR SISTEMA DE ENFRIAMIENTO DE EMERGENCIA

Debajo, un panel se desliza, revelando un puzle eléctrico: nodos, líneas de circuito, bloques giratorios. Una alarma aparece:

¡SOBRECALENTAMIENTO EN 60 SEGUNDOS!

—Claro que sí… —gruñe Richard, arrodillándose de inmediato. Sus dedos giran conectores. Los tubos se iluminan brevemente… pero una línea no cierra.

Corrige. Vuelve a fallar.

El sistema rechina.

Pero entonces…

¡BANG!

La compuerta tras él tiembla con un impacto descomunal.

Richard gira apenas la cabeza.

El vidrio blindado tiembla.

Y tras él… una sombra.

El Prototyrant.

Su silueta se revela poco a poco en la ventana: alto como dos hombres, desfigurado. Su brazo izquierdo mutado es una cuchilla orgánica, el derecho aún humano, aunque cubierto de carne desgarrada.

Ojo abierto, sin párpado. Mirando directamente a Richard.

ESCANEO DE SEGURIDAD – INICIANDO PROTOCOLO DE APERTURA.

—¿¡Qué!? ¡No, no, no!

La consola muestra un contador de progreso:

98%... 99%... ESCANEO EN PROCESO…

¡CRACK!

La compuerta se deforma hacia adentro.

Una garra la atraviesa.

Richard se echa atrás. Apunta con la escopeta.

—¡Vamos, maldito! ¡Estoy aquí!

¡BOOM!

El primer disparo impacta directo en el brazo que se asoma. Un chorro de sangre negruzca.

El Tyrant ruge, pero no se detiene.

¡BANG!

La puerta revienta.

Metal torcido vuela por los aires.

El Prototyrant entra al laboratorio, encorvado, rugiendo, jadeando como una bestia desatada. La luz parpadea. Cada paso retumba como un martillo.

Richard retrocede, apunta al pecho, dispara.

¡BOOM!

El Tyrant se tambalea, pero sigue. Una herida abierta en el tórax, apenas le detiene.

El fusil sin balas cuelga en su espalda. Inútil.

Richard lanza una mirada al escáner:

99%… PROCESANDO…

Demasiado lento.

El Tyrant embiste.

Richard salta a un lado. Cae entre cristales.

Se levanta con un corte en la ceja. Sangre en su ojo.

El Tyrant se vuelve. Jadea. Avanza.

Richard descarga la última bala en la pierna del monstruo.

¡BOOM!

Un rugido sordo. El Tyrant cae de rodillas…

Pero vuelve a levantarse.

¡ACCESO CONSEDIDO!

Un chasquido metálico. Vapor frío.

La cápsula se abre.

Richard corre. El Tyrant también.

En un instante, ambos se mueven.

Richard se lanza sobre la consola, toma el Suero D y la jeringa.

Gira justo cuando la garra del Tyrant cae sobre él.

¡CRASH!

La consola explota en chispas. Richard es arrojado por el impacto, golpeando contra una vitrina.

El frasco del suero… aún en su mano.

Mira al monstruo, jadeando.

Sabe que no puede matarlo.

No con lo que tiene.

El Tyrant avanza de nuevo, arrastrando la pierna herida. Ciego de furia.

Richard se incorpora.

—¡Entonces ven por mí!

Lanza una bandeja metálica hacia el sistema de luces.

¡CHISPAS!

El vapor denso se convierte en niebla cegadora. El Tyrant se detiene, confuso.

Richard aprovecha. Corre hacia la salida trasera. Dispara a la cerradura auxiliar con su última bala de escopeta.

¡BANG!

Se abre. Un pasillo oscuro al otro lado.

El Tyrant ruge detrás de él, destruyendo todo a su paso.

Richard se interna en la oscuridad. Aprieta el frasco contra el pecho.

Y no mira atrás.

*Sala Segura – Subnivel ALFA*

Frío.

Oscuridad.

Silencio.

Rebecca está sentada en el rincón más alejado de la sala, abrazándose las piernas, respirando con dificultad. El sudor le empapa la frente, pero su piel está helada. La lámpara de emergencia parpadea sobre ella, tiñendo la sala de rojo intermitente.

Cada latido en sus sienes suena como un tambor roto.

No sabe cuánto tiempo ha pasado.

Minutos. Horas. Tal vez días.

Sus pensamientos se deshilachan. Las ideas se escapan como vapor.

Intentó anotar los síntomas. Pero su letra ya no es suya.

Los dedos tiemblan. Le cuesta enfocar.

Fiebre. Mareo.

Dolor detrás de los ojos.

Visión doble.

Ruidos que no… están ahí…

La hoja cae de sus manos.

En el suelo, ve manchas negras… ¿sangre?

Parpadea. Ya no están.

—Richard… —susurra.

Silencio.

—Richard… ¿dónde estás…?

Se pone de pie tambaleándose.

Da un paso… otro. Tropieza con una silla y cae contra una pared acolchada. El golpe le saca un gemido.

Se lleva ambas manos a la cabeza.

—¡Cállense…! ¡Cállense! —gime.

Una sombra se mueve frente a ella.

Pero está sola.

Mira sus manos.

Las uñas se ven más largas.

¿Las venas… negras?

Empieza a sollozar.

—Richard… por favor…

Se arrastra hacia la puerta.

La golpea con fuerza.

—¡Richard! ¡No me dejes sola!

Nada.

—¡RICHARD!

Su voz se quiebra.

El pánico… la rabia… el miedo.

De repente, se oye un ruido metálico del otro lado.

Una palmada contra el vidrio reforzado.

Rebecca se detiene.

Contiene la respiración.

Y luego, una voz.

—Rebecca…

Su corazón se detiene un segundo.

—Richard… —susurra, incrédula.

Una silueta aparece tras la mirilla. Su perfil.

El cerrojo suena. La puerta se abre.

Richard entra.

Cubre con su cuerpo la luz del pasillo.

Tiene el cabello empapado, la ropa rasgada. En una mano, el Suero D. En la otra, la jeringa criogénica. Sangre en su ceja, tierra en sus manos.

Pero es él.

Rebecca cae de rodillas, temblando.

—Creí que… ya no vendrías…

Él se acerca rápido. La arrodilla, la sostiene. La mira con angustia.

—Estoy aquí. Ya no vas a empeorar. Te lo prometo.

—No… me dejes…

Richard abre la jeringa.

—Nunca lo haré.

Y mientras ella se desmaya en sus brazos, él le inyecta el Suero D.

El líquido azul entra en sus venas.

Y, por ahora…todo se calma.

Aunque aún no había acabado la pesadilla.

El suero solo mantendría todo en un falso momento de tranquilidad, hasta que el tiempo pase y Rebecca vuelva a sucumbir a la transformación.

—Me encargare de que salgamos sanos y salvos de aquí.

Richard acaricia a Rebecca, limpiando las lágrimas que caían por su hermoso rostro.


Tip: You can use left, right, A and D keyboard keys to browse between chapters.